La belleza de San Francisco de Asís



La Casa Común es un concepto que quizás en la antigüedad se podría haber entendido siempre desde la propia comunidad.

El cuidado de la casa común, en tanto el cuidado de todo el planeta, de parte de todas las culturas y grupos que co-habitamos en éste, es algo que quizás podemos comprender mejor en el contexto actual, en el que vemos el mundo más allá de nuestro propio grupo, conocemos y nos interesa el pensamiento y la cultura de otros países, otros pueblos, otras religiones. Hablamos de ecumenismo y diálogo interreligioso. Esto es algo que no era tan común hace mil quinientos o dos mil años atrás.

Sin embargo, ya San Francisco de Asís en el "Cántico de las Criaturas" se refiere a la creación en términos de una familia que vive en armonía entre la humanidad, las demás criaturas y Dios (Cfr. Conferencia Católica de California, 17 de junio de 2019, Dios llama a todos a cuidar nuestra casa común. Recuperado de: https://cacatholic.org/espanol/common-home-esp/).
Es importante preguntarnos de qué manera el cristianismo llegó a contemplar conceptos como la Casa Común, y el cuidado de la misma, como una responsabilidad concerniente a todos y todas, sin distinción de raza, sexo, religión, o cualquier otro factor qué pudiera dividirnos.
Ciertamente hay que señalar que en la Biblia hay pasajes como Efesios 2,19 que dice: "Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios", y también Romanos 8, 19-22, en el que se afirma: "Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora".

Estos son posiblemente las primeras instancias, dentro de una religión organizada, en la que se concibe a la humanidad como una unidad toda ella, miembros de una misma familia, la familia de Dios, hijos todos, que compartimos filiación con la divinidad misma a través de el mismo Dios encarnado, en la persona del Hijo.

Además, el pasaje de Romanos 8 citado anteriormente hace énfasis en el tema del cuidado de la Casa Común, habla de dolores de parto qué surgen de la creación, para ser liberada de la corrupción, hacia la libertad gloriosa de todos los hijos, e hijas, de Dios.

El concepto de Casa Común, y su cuidado, posiblemente esté presente en otras religiones de alguna forma u otra, pero ciertamente está presente de manera particular en el cristianismo, quizás desde sus inicios, en los que se jugaba su identidad entre ser una rama del judaísmo o una religión con identidad propia y que diera acogida a todas las culturas y pueblos de la región del mediterráneo en que nació.

Entonces, no es extraño que aparezca un personaje como San Francisco de Asís, cuyo mensaje trasciende lo meramente ecológico, y realmente es un llamado a que los cristianos, todos, volvamos a nuestras raíces, fundamentándose en la filiación divina a la que pertenecemos todos los hijos de Dios, toda la creación, sin distinción de raza, sexo, religión u otro distintivo que se preste a prejuicios (Cfr. Gálatas 3, 28).

Todos somos uno en Cristo Jesús, todos somos miembros de la familia de Dios. Ésta es una afirmación que une a toda la humanidad, bajo los valores de amor, solidaridad, justicia, equidad y respeto mutuo, propios del cristianismo.

San Francisco de Asís nunca se ordenó sacerdote, él siempre fue un fraile, quería vivir en fraternidad con otros seres humanos, vivir esa filiación divina, ser hermano de Jesús y convivir con sus demás hermanos. 

Lo anterior nos remite a la interconectividad qué existe en toda la creación. De alguna manera la vida de San Francisco es un reflejo de la vida de Jesús de Nazaret, en tanto que sin poder, sin estatus, desde la pobreza y simplemente buscando con todas sus fuerzas seguir la voluntad de Dios, logró cambiar el mundo entero y tuvo un impacto que aún hoy continúa cambiando vidas, transformando el mundo, alimentando la espiritualidad de toda la humanidad, y particularmente de la Iglesia Católica.

Al respecto, G. K. Chesterton afirma que San Francisco es un espejo de Cristo, que refleja su luz como la luna refleja la luz del sol. Pero la humildad de San Francisco de Asís siempre previno que él mismo se diera cuenta de esto. Y además, la Iglesia estaba muy necesitada de la reforma que trajo San Francisco.

Esta reforma consiste principalmente en un llamado a ser una Iglesia pobre, cuyos miembros viven en total solidaridad y fraternidad, como es propio de los hijos de Dios, de los hermanos y hermanas de Jesús de Nazaret (Cfr. Dale Ahlquist, Lecture 41: Saint Francis of Asisi. Chesterton University. Recuperado de https://www.chesterton.org/lecture-41/).

Para San Francisco la naturaleza no era su Iglesia, sino que la Iglesia era su Iglesia, no eligió la vida de pobreza como un estilo de vida alternativo y contestatario, sino que eligió la vida de pobreza para vaciarse, para vivir la pobreza que Dios mismo vivió en la encarnación.

Dios no se encarnó en un gran rey o un gran guerrero, se encarnó en un bebé, que nació en un pesebre, siendo migrante, sin casa propia, huyendo de la muerte con su papá y su mamá.

El Cuidado de la Casa Común es el cuidado, no solo de la naturaleza y los animalitos, es el cuidado de todos los seres humanos, de hecho es principalmente eso, el cuidado de toda la familia de Dios y la casa en la que habitamos y convivimos con éste, en la eucaristía, en el compartir diario, en el trabajo, en la alegría, la tristeza y el descanso.

Llamar a la Tierra hogar, es llamarla casa, y en la casa se convive con la familia, y en la familia todos los miembros tenemos responsabilidades y derechos, todos somos sujetos de afecto, cariño y también de diferencias y discrepancias. Cuidar la Casa Común implica saber convivir y saber dialogar por el bien de todos y todas.

El diálogo ciertamente es muy importante para San Francisco de Asís. Lo vemos en el famoso pasaje de su visita a oriente medio durante la Quinta Cruzada, en la que Francisco, al ser llevado ante el sultán al-Kamil, de Egipto, en el año 1219, si bien habló desde sus convicciones más fuertes, al igual que el sultán, la conversación entre ellos nunca degeneró en violencia, más bien ambos reconocen los puntos en común de sus posturas y el sultán le da permiso a los Franciscanos de visitar  los lugares santos ocupados por los musulmanes en ese entonces, no porque se convirtiera, sino porque llega a reconocer el valor de su interlocutor y sus posturas, y viceversa.

Francisco de Asís sigue siendo un santo vigente para todos los tiempos, al igual que los grandes reformadores que lo antecedieron, como San Benito de Nursia y San Antonio Abad, que transformaron la Iglesia y la llamaron a su vocación de alabar a Dios con la oración, pero también con la acción concreta en favor de los que más sufren en este mundo, para que sus lágrimas se conviertan en gozo con el anuncio del Evangelio y la fuerza transformadora que éste tiene en el mundo.

 

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